Quiero compartirles en este espacio algunas reflexiones de C. S. Lewis sobre la amistad, extraídas
de su libro “Los cuatro amores”, en
donde trata el tema del amor humano en sus distintos ámbitos de desarrollo, el
afecto, la amistad, el eros y la Caridad.
Con respecto al amor de amistad, es necesario saber, como ustedes lo
saben, que estamos en falta con respecto a él, es decir, la modernidad ha
dejado de lado al amor de amistad y lo ha desplazado de su vida cotidiana. Y
esto se ha dado porque hemos perdido el sentido real de la amistad, y lo
principal, hemos olvidado que este amor debe
existir de manera desinteresada o no tiene forma de existir.
Es claro que cuesta ser ejemplo en esto, ya que todos somos parte o
resultado de la modernidad, es por esto que pido a mis amigos, que tengan
paciencia y no rasguen sus vestiduras al ver que no soy ejemplo en esta área,
como en tantas otras.
Vivimos en una era utilitarista, es decir, valoramos todo según nos
sirva o no para satisfacer nuestras necesidades. Si hay algo, o alguien que no
nos es “útil” lo descartamos y no ponemos más la atención en ese objeto o
persona. Parece terrible y desalmado, pero si ponemos atención en nuestro día a
día corroboraremos esto sin demasiado esfuerzo.
Es por lo anterior que vale la pena, y no solo eso, sino que es
necesario, retomar el rumbo de algunos conceptos básicos de este gran don que
hemos recibido como seres humanos y que si podemos vivirlo cambiará nuestras
vidas.
Lewis sostiene que este amor de amistad no es necesario para nadie, dado
que el desinterés total es su fundamento real. Y lo resume en un párrafo
magnífico:
"La señal de una perfecta amistad no es
ayudar cuando se presenta el apuro, sino que esa ayuda que se ha llevado a cabo
no significa nada; fue como una distracción, una anomalía, fue una terrible
pérdida del tiempo-siempre demasiado corto- de que disponemos para estar
juntos".
Además, que este amor nace con la base del “compañerismo”, que no es
otra cosa que el compartir tiempo en pos de un objetivo común y se resume en la
frase que todos hemos dicho alguna vez “¡Cómo!,
¿vos también? - Siempre pensé que era el único que…” Esta frase o similares, son según el autor el
momento preciso donde comienza a desarrollarse el amor de amistad.
Si lo comparamos con el amor eros tenemos que decir que, mientras en el
amor eros los enamorados se miran el uno al otro; en el amor amistad los amigos
miran, uno al lado del otro, hacia delante, hacia su objetivo.
Podemos agregar que Lewis considera que este amor es arbitrario e
irresponsable, “No tengo la obligación de
ser amigo de nadie, y ningún ser humano del mundo tiene el deber de serlo mío.
No hay exigencias, ni la sombra de
necesidad alguna”.
Por otro lado nos muestra lo que él llama las sesiones de oro:
“Cuando cuatro o cinco de nosotros, después de
un día de duro caminar, llegamos a nuestra posada, cuando nos hemos puesto cómodos,
y tenemos los pies extendidos hacia el fuego, y el vaso al alcance de la mano,
cuando el mundo entero, y algo más allá del mundo, se abre a nuestra mente
mientras hablamos, y nadie tienen ninguna querella ni responsabilidad alguna
frente al otro, sino que todos somos libres e iguales, como si nos hubiéramos conocido
hace una hora, mientras que al mismo tiempo nos envuelve un afecto que ha
madurado con los años. La vida, la vida natural, no tiene mejor don que
ofrecer. ¿Quién puede decir que lo ha merecido?.
En fin, espero sirva para reflexionar sobre nuestros actos y afectos
cotidianos y, sobre todo, para crecer de manera íntegra como hombres y mujeres.